sábado, 24 de noviembre de 2007

En mis días más tranquilos me doy el tiempo de escuchar discos completos. Cómo hoy que, de motivado y de cansado, escuché dos de Yo La Tengo, lejos una de mis bandas favoritas. Y buenísima onda, relajado acostado en mi cama, que se ubica la mismo nivel de una ventana con vista al jadrín de mi casa, y con la zombra de un dámasco, me entrega todo lo necesario para entender lo bueno que puede ser un disco cuando está, más que bien pensado, en un estado de sinceridad que conmueve por la simpleza que provoca estados de ánimo bastante curiosos.
Comienzo desde el comienzo: esto no es un blog, esto es una broma. Un exceso de Clonazepán y licores varios. Cosas que se dicen y todo eso, los vicios propios de la vida en una ciudad enclaustrada entre ambiciones absurdas de palmeras y ofertones. La angustia del bien nacida. la pena del comprendido. La ciudad que se debate entre los que se la creen y los que no. Entre ellos y nosotros, entre ustedes y yo, entre todos todo.
No propongo soluciones.
Y déjenme alegar tranquilo, que a nadie molesto.
Así comienzo, sin insinuar un carajo.
Ya se verá.